La agricultura vuelve a amenazar a la Amazonía


Por HIROKO TABUCHI, CLAIRE RIGBY Y JEREMY WHITE
En la zona brasileña, la tala de árboles aumentó en 2015 por primera vez en una década y la demanda de soya y otros productos sembrados en la selva ha provocado una deforestación similar en Bolivia, lo que implica un retraso en el combate contra el cambio climático.

COLONIA BERLÍN, Bolivia – Hace unos meses, un representante de la multinacional Cargill visitó esta colonia remota al este de Bolivia, junto a la parte más sureña de la cuenca del río Amazonas, para hacer una oferta atractiva.
El representante del gigante agrícola estadounidense dijo que este quería comprar los granos de soya de los habitantes menonitas de la colonia. La empresa financiaría un almacén local y estación de pesaje para que los granjeros vendieran su producto directamente a Cargill desde el sitio, según dijeron los residentes.
Uno de ellos, Heinrich Janzen, empezó a despejar partes del bosque de la parcela de 14 hectáreas que compró a finales de 2016, todo para que la soya estuviera lista para mayo. “Cargill nos quiere comprar”, dijo Janzen, de 38 años, mientras humeaba parte de la vegetación que había quemado. La soya está en alta demanda. Cargill es una de varias multinacionales que quiere comprar en la región, dijo Janzen.
A una década de que empezaran a calar las campañas para salvar a la Amazonía y se instauraran cambios que redujeron la deforestación en la cuenca del río, comienza a regresar con fuerza la actividad de tala. Esta, impulsada por un creciente apetito por la soya y otros productos agrícolas, también aumenta el peligro de una recaída de los esfuerzos para preservar la biodiversidad y combatir el cambio climático.
En la Amazonía brasileña, el bosque tropical más grande del mundo, la deforestación aumentó en 2015 por primera vez en una década, al sumar casi 800 mil hectáreas entre agosto de ese año y julio de 2016. El año anterior la cifra era de 620 mil hectáreas; en total representa un aumento de 71 por ciento en comparación al 2004, según estimados del Instituto Nacional de Investigaciones sobre el Espacio.
Al otro lado de la frontera, en Bolivia, donde hay menos restricciones contra el allanamiento de tierras, la deforestación también se ha acelerado.
Continue reading the main storyFoto
El paisaje cambiante de Brasil CreditThe New York Times
Alrededor de 350 mil hectáreas fueron deforestadas, en promedio, cada año desde 2011, según la ONG Centro de Documentación e Información Bolivia. Esa cifra ha aumentado desde las 148 mil hectáreas deforestadas anualmente en los noventa y las 270 mil hectáreas registradas en promedio durante la década del 2000.
Un nuevo estudio de un grupo ambientalista señala que ahora hay indicios de tala a gran escala por parte de agricultores brasileños y bolivianos que comercian soya con Cargill. El grupo, Mighty Earth, usó imágenes satelitales e información de cadenas de suministro del Stockholm Environment Institute para identificar la deforestación en Brasil donde solo comercian dos empresas estadounidenses, Cargill y Bunge. El mapa de cadenas de suministro utiliza datos de aduanas, envíos y almacenes, además de datos de productividad de las alcaldías brasileñas.
De acuerdo con el análisis de Mighty Earth, las áreas de la sabana brasileña en las que opera Cargill, una región llamada el Cerrado, registró una deforestación de alrededor de 130 mil hectáreas entre 2011 y 2015. Mighty Earth también halló que en zonas donde opera Bunge, otro gigante agrícola, se perdieron más de 567 mil hectáreas en ese mismo periodo.
En el caso de Bolivia, donde no están disponibles los mapas de cadenas de suministro, Mighty Earth envió a sus empleados a zonas donde hay comercio con Cargill y usó drones para registrar el allanamiento de tierras y sabanas cerca de donde hay silos de la multinacional.
Continue reading the main storyFoto
Tierra quemada tras deforestación en Bolivia CreditJim Wickens/Ecostorm
Dichos reportes sobre la deforestación en la zona se dan pese a un acuerdo firmado hace tres años por varias multinacionales, llamado New York Declaration of Forests, que incluía un pacto para “eliminar la deforestación en producciones de bienes agrícolas como aceite de palma, soya y productos bovinos para 2020”.
Cargill y Bunge dijeron que el reporte sobreestima su papel en la deforestación de la región, dada su participación en los cultivos de soya en las zonas bolivianas y brasileñas que fueron revisadas. Y la soya es solo uno de los productos que han fomentado la deforestación, dijo Stewart Lindsay, el vicepresidente para asuntos globales de Bunge.
“Una empresa por sí sola no puede resolver este asunto”, dijo. “Un paso positivo sería que más compañías adopten compromisos de cero deforestación, apliquen controles para bloquear que los cultivos de áreas ilegalmente despejadas formen parte de sus cadenas de suministro, reporten de manera pública su progreso e inviertan millones de dólares para apoyar los planes para cultivos sostenibles. Todo esto lo ha hecho Bunge”.
El director ejecutivo de Cargill, Davic MacLennan, dijo en entrevista que la empresa estudia las acusaciones de deforestación vinculadas a sus operaciones. “Si hay algo ahí, si se corrobora, haremos algo al respecto. Si no es cierto, no es aceptable”.

Prioridades nacionales

El despeje de las áreas boscosas y los incendios que acompañan la actividad generan una décima parte de todas las emisiones globales de contribuyen al calentamiento global, según la Union of Concerned Scientists.
Solo el 15 por ciento de la cubierta forestal del mundo sigue intacta, de acuerdo con el World Resources Institute. El resto ha sido despejado, está degradado o se encuentra en fragmentos, lo que ha devastado ecosistemas y desplazado a varias comunidades indígenas, dicen científicos.
Detrás de la deforestación hay una estrategia de empresas alimentarias multinacionales para conseguir sus productos agrícolas de regiones cada vez más remotas del mundo. Estas áreas usualmente tienen protecciones legales débiles.
La Amazonía brasileña, parte central del movimiento global por la conservación de los bosques, tiene cada vez más protecciones, como una anunciada en 2006 contra despejar zonas para cultivos de soya. Entre ese año y el 2015, la deforestación de la Amazonía en Brasil se redujo en dos tercios, según Mongabay, sitio web especializado en medioambiente y el cual basó sus datos en datos del Instituto Nacional de Investigaciones sobre el Espacio y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura.
Sin embargo, el aumento desde entonces ha dejado claro que el progreso no está asegurado.
Brasil está al tanto de los retos, dijo Everton Lucero, el secretario de Cambio Climático y Calidad Medioambiental de Brasil.
“Estamos muy incómodos con las malas noticias de que ha habido un aumento en la deforestación y estamos tomando todas las medidas posibles para revertirlo hacia el próximo año”, dijo Lucero. Las bajas en presupuesto por la crisis económica en el país, dijo, han dificultado la revisión de los bosques.
Cuando viajan a regiones remotas “a veces las unidades de control y orden se quedan sin combustible para los helicópteros”, dijo. “Esperemos estar pronto en el camino a la recuperación”.
Continue reading the main storyFoto
Una columna humeante se avista en la selva brasileña. CreditJim Wickens/Ecostorm
Mientras tanto, Bolivia vive otra situación. El presidente Evo Morales ha hecho una prioridad el asegurar la “soberanía alimentaria”, lo que ha significado una expansión agrícola en el país. Hay pocas protecciones forestales y la Autoridad de Fiscalización y Control Social de Bosques y Tierra tiene responsabilidades que a veces chocan entre sí, como regular el uso de tierras, la agricultura y el dar las concesiones para cultivar y talar. El país dice que espera despejar cinco millones de hectáreas forestales para 2025 para convertirlas en parcelas de cultivo.
“El bosque es visto como tierra inútil a la que se necesita darle uso”, dijo Nataly Ascarrunz, del Instituto Boliviano de Investigación Forestal, un esfuerzo de monitoreo conjunto del gobierno del país andino y la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional.
“Hay mucha presión para que haya desarrollo económico”, dijo Ascarrunz. “Cuando los recursos fluyen, la producción se da y la gente tiene trabajo. Es difícil argumentar contra eso”.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Estas son las 10 mujeres con las panochas más grandes hasta el día de hoy ¡Esto alegrará a tu ganso!

Abraham Hazoury le entra a los Rainieri; defiende construcción aeropuerto de Bávaro